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Unity es uno de los motores gráficos más populares y utilizados en la industria del videojuego, especialmente por los estudios independientes. Sin embargo, su reciente decisión de cambiar su modelo de negocio ha generado una gran polémica y ha puesto en jaque a muchos desarrolladores y servicios como Xbox Game Pass. Según ha comunicado la propia compañía, a partir del 1 de enero de 2024, cobrará una cantidad variable por cada descarga que se realice de un juego que use su motor, lo que afectará tanto a los creadores como a los distribuidores de dichos juegos.

​El nuevo sistema de tarifas de Unity se basa en los ingresos y las descargas de cada juego, y establece unos rangos que van desde los 0,01 dólares hasta los 0,20 dólares por descarga, dependiendo del plan que tenga contratado el desarrollador y del éxito del juego. Además, Unity cobrará dos veces si un mismo usuario descarga el juego en dos dispositivos diferentes, lo que supone un doble pago por un único cliente. Esta medida ha sido muy criticada por los desarrolladores, que ven cómo se reduce su margen de beneficio y cómo se penaliza a los juegos que optan por ofrecerse en ofertas o suscripciones.

​Pero no solo los desarrolladores se verán afectados por este cambio, sino también los servicios de suscripción como Xbox Game Pass, que tendrán que hacer frente al pago por cada descarga que se produzca de un juego que use Unity. Según ha explicado la compañía, los desarrolladores que tengan sus juegos en estos servicios estarán exentos de pagar esta tarifa, pero será el anfitrión del servicio el que tendrá que asumir el coste. Es decir, que si un juego hecho con Unity está disponible en Xbox Game Pass, será Microsoft la que tendrá que pagar a Unity por cada descarga que se realice desde su plataforma.

​Esta situación podría tener consecuencias negativas para los usuarios y para el propio servicio de Xbox Game Pass, ya que podría provocar que algunos juegos hechos con Unity dejaran de estar disponibles o que se retrasara su llegada al catálogo. También podría afectar al precio o a la calidad del servicio, si Microsoft decide compensar el gasto extra que supone pagar a Unity. Por otro lado, podría beneficiar a otros motores gráficos como Unreal Engine o Godot, que podrían ganar más adeptos entre los desarrolladores que busquen alternativas más rentables y flexibles.

​Unity ha tratado de justificar su decisión argumentando que es una forma de apoyar a los creadores y de adaptarse al mercado actual, donde cada vez hay más formas de distribuir y consumir videojuegos. Sin embargo, la comunidad de desarrolladores no ha quedado satisfecha con esta explicación y ha mostrado su rechazo y su indignación ante lo que consideran una medida injusta y abusiva. Algunos incluso han anunciado su intención de abandonar Unity y migrar sus proyectos a otros motores gráficos.

​El nuevo sistema de tarifas de Unity entrará en vigor el próximo año, pero aún está por ver cómo afectará realmente al sector del videojuego y si habrá alguna modificación o rectificación por parte de la compañía ante la presión de los desarrolladores y los usuarios. Lo que está claro es que se trata de un movimiento arriesgado y polémico que podría cambiar el panorama actual y tener consecuencias imprevisibles.

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