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En un mundo donde los videojuegos y la religión rara vez se cruzan, el padre Antonio Zabala, un sacerdote filipino, ha encontrado una conexión única entre su fe y su pasión por la serie de videojuegos Diablo. Este sacerdote, miembro de la Orden de los Agustinos Recoletos y administrador del Colegio San Sebastián, ha capturado la atención de muchos por su inusual afición.

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Padre Antonio Zabala. Vídeo de la página de Facebook de Diablo.

​El padre Zabala descubrió su pasión por los videojuegos de Blizzard Entertainment cuando fue asignado a trabajar en los Estados Unidos. Desde entonces, ha sido un ferviente jugador de la serie. «Empecé a jugar y me atrajo de inmediato», comentó Zabala recientemente.

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​Para muchos, puede parecer contradictorio que un sacerdote disfrute de un juego centrado en demonios y monstruos. Sin embargo, Zabala ve en Diablo una representación visual de las luchas diarias de las personas: «Diablo es una representación de las luchas cotidianas de la gente, tomando decisiones diarias para combatir el mal». Esta perspectiva le ha permitido utilizar el juego como una herramienta para enseñar lecciones morales y espirituales a sus feligreses.

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​En el vasto universo de Diablo, los jugadores pueden elegir entre varias clases de personajes. El padre Zabala tiene una preferencia particular por el Bárbaro. "«Desde Diablo I hasta IV, siempre elijo al Bárbaro. ¿Por qué? Porque luchar contra el mal significa no tener piedad. El mal te envuelve, te vence y te toma. Entras, luchas y ganas la batalla»".

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​El padre Zabala no solo juega a Diablo por entretenimiento. Utiliza las historias y personajes del juego para ayudar a las personas en su ministerio. Un personaje que destaca es Neyrelle, una aventurera humana llena de ira y odio tras la muerte de su madre. «Encuentro personas con las mismas emociones. Depende del lado de consejería de mi ministerio convencerlas de ser más perdonadoras, para que al final, luchen contra el mal haciendo el bien»".

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​La historia del padre Antonio Zabala es un testimonio de cómo los videojuegos pueden tener un impacto positivo y significativo en la vida de las personas, incluso en contextos inesperados como la religión. Su pasión por Diablo no solo le ha permitido disfrutar de un pasatiempo, sino también encontrar nuevas formas de conectar y ayudar a su comunidad.